martes, 3 de abril de 2012

Me calenté

Ayer fui al cine con una amiga. A la altura de los avances me llamó la atención una pareja que entraba a la sala con un nene de aproximadamente 5 años. Qué raro, pensé. Eran las 11 de la noche y la película era para  adultos.

Confirmando mi temor incial, una vez empezada la película, el dulce niño se puso a hablar como loco, llorar, patalear, todo a los gritos. Obvio, era tardísimo, la película lo aburría y a los padres les chupaba un huevo. Poco les importó también el coro de chistidos que les dedicamos todos los que queríamos ver la película en paz.

No pedíamos mucho, quizá simplemente apreciar una escena tierna sin ser aturdidos por un resonante QUIERO IR A LA CALESITAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!

Y se me escapó: Llevátelo a la calecita la concha de tu madreeeeeeee.

No fue muy adulto de mi parte. No me enorgullece. La opción civilizada hubiera sido haberme acercado y pedirles educadamente que se fueran, o asesinaran al niño, o algo así; pero la realidad es que no estaban tan cerca mío y hasta que los encontrara iba a joder más a todo el resto que otra cosa.

Eventualmente la pareja se avivó de que había dejado algo en el fuego, se levanto y se fue. Digo lo del fuego porque otra alternativa no se me ocurre, los pedidos de silencio habían empezado desde hace un rato largo y los tipos ni se habían inmutado. O no quisieron cruzarse a todos los que jodieron una vez que terminara la película.

Desde ya que mi enojo va hacia los padres ineptos, el pobre niño no tenía nada que ver, estaba siendo un niño. Flaco, si tenés ganas de ir al cine, dejá al nene con alguien, o resignate a ver algo por Cuevana, o simplemente acordate de tomar las toooodas las pastillitas del  mes.

Hay gente que no debería poder reproducirse.

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